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Te contaré un secreto.
Conozco un lánguido valle que conduce a un río llamado Tristeza. A éste río llegan numerosos afluentes que lo alimentan, les llaman Lágrimas de Tristeza. Si te sumerges en sus oscuras y profundas aguas y remontas la corriente, así como los salmones en su viaje, llegarás allí donde nacen todas las penas del alma.
Pero antes de llegar encontrarás una gruta escondida tras la estridente cascada que llaman Dolor, que golpea con dureza la tierra al caer creando afiladas y punzantes rocas. Si te atreves a pasar esa cascada, después de sostener arduas batallas contra la corriente, te encontrarás justo dentro de la gruta oculta. Es allí donde vive el duende Melancolía.
Muchas veces me he quedado a dormir en esa gruta, pues me era imposible regresar de ese lugar. Allí me esperaba siempre, solícito, Melancolía.
Este espíritu que se camufla entre tus deseos de sosiego interior, te escucha atento mientras le hablas de tus aflicciones, de tus penurias. Pero no se limita a escucharte sino que te da la razón y está de acuerdo contigo cuando afirmas que eres un ser penosamente infeliz.
Siempre cometo el error de escucharle, permitiendo que me intente consolar. No es un mal espíritu, solo sabe ayudar de esa forma, pero no ayuda, mitiga y amortigua el dolor dejándote apaciguado por un tiempo. Las lágrimas fluirán hasta que, rendido, acabes por caer en un leve sueño.
A la mañana siguiente, los débiles rayos de luz que se filtran por la obertura de la roca, pasando a través de la cascada y creando así mil colores arcoíris, te guiarán hasta fuera de la caverna secreta, esa en la que nadie es capaz de encontrarte.
Saldrás tranquilo y sosegado, aparentemente en paz.
¿Pero sabes qué?
De lo que no te darás cuenta entonces es de las cicatrices y magulladuras que tienes en tu interior, causadas por el fragor de las batallas que libraste contra la corriente desenfrenada con la que Tristeza alimentaba a Dolor. Esas cicatrices y moratones alimentarán más tarde al río, como también a la cascada y darán de nuevo motivos a Melancolía para intentar lastimosamente reconfortarte.
No debes escuchar al duendecillo cuando lo encuentres, ni pasar la noche en la gruta, has de salir del lúgubre río en cuanto puedas y encontrar el camino de vuelta a casa, de lo contrario, saldrás con más heridas en el alma de las que imaginas.
¿Adivinas el nombre de la gruta?
Su nombre es Autocompasión.
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